Existirá, casi con toda seguridad, un book tag muy parecido al objetivo de esta entrada, que no es otro que enumerar cinco cosas (o manías, o peculiaridades) que estén relacionadas con los libros y la que aquí suscribe. De hecho, es similar al que escribí hace ya un mes y pico sobre hábitos de lectura, aunque no hay preguntas ni respuestas, solo cosas al azar que hace una cuando está rodeada de libros. Empecemos.
1
No leo contraportadas
(y desde hace poco, tampoco prólogos)
De las contraportadas ya escarmenté hace tiempo. A veces te destripan un suceso fundamental que ocurre en la página 200, y adiós, sorpresa. O puede haber spoilers como una casa, así, directamente, sin anestesia. O incluso te condicionan para escoger un bando u otro. Está bien saber de qué va un libro, pero no te puedes fiar de todos los que escriben una contraportada. Por eso, en más de una ocasión me he lanzado a la piscina sin saber de qué iba un libro. Me he llevado chascos y alegrías, pero ocurre lo mismo cuando me he dejado influenciar por la opinión de la gente. Cuando quiero saber si un libro me puede gustar o no, miro las categorías de Goodreads o si blogueros de cuyo gusto me fío lo han leído. También suelo fijarme el traductor que se ha encargado de trasladar la obra a nuestro idioma. Sea como fuere, el método antisinopsis me gusta y me permite descubrir obras muy interesantes.
Por ejemplo, en Flores de verano, de Tamiki Hara, en la contraportada te cuentan que el protagonista sobrevive a la bomba de Hiroshima por X razones. Te da a entender, o eso me pareció cuando la leí, que no sobreviven muchas más personas. Error. También parece que el libro empiece ahí. Doble error. El libro es mucho más y la bomba cae cuando ya llevas más de la mitad.
Los prólogos están en mi lista negra desde que empecé La letra escarlata. Mr Hawthorne, entiendo que quiera usted aprovechar el tópico del manuscrito encontrado, pero respóndame a la siguiente pregunta: ¿de verdad era necesario hacer un prólogo tan aburrido? Se me quitaron las ganas de seguir con la lectura. Así que La letra escarlata reposa en mi estantería hasta que me olvide de ese dichoso prólogo. William Goldman es otro que tal: La princesa prometida tiene dos prólogos extensos. Los incisos que hay a lo largo de la obra están bien. Que nos hable de cómo fue el proceso de la película o de cómo le leían el libro al autor cuando era niño, me parece correcto. Pero… ¿hace falta tantos detalles y dos prólogos distintos que te sacan completamente de la historia?
Desde mi punto de vista, uno de los prólogos, escrito por el autor, que merece la pena leer es el de Tolkien en El Señor de los Anillos sobre los hobbits. Aunque a veces tengamos la sensación de no saber de qué diablos está hablando (pues es una crónica histórica de esta raza), el prólogo se centra en la obra que leeremos a continuación y no es una disertación sobre cómo el autor encontró, supuestamente, ese manuscrito que les está presentando a los lectores.
2
Compro más libros de lo que (espacialmente)
me puedo permitir
De ahí que no tenga los libros tan ordenados como me gustaría. Entre mi piso y la casa de mis padres hay un tráfico constante de libros. Los que ya he leído se van allí y los que quiero leer se vienen aquí. Me encantaría tener toda la colección de Pratchett conmigo, pero ahora mismo es imposible. Solo tengo una estantería y los libros ya ocupan la mesita de noche, la mesa de trabajo y parte de la cama durante el día.
A dios pongo por testigo, que un día compraré más estanterías.
3
Me gusta comprar libros de segunda mano
Por varias razones: ya tienen una historia detrás, pues otra persona los ha leído y ha dejado su huella en ellos. Nunca sabes lo que te vas a encontrar en su interior. No son nuevos ni relucientes, pero me gustan así. Las páginas amarillas son perfectas.
Además, las traducciones de los años 60, 70 y 80 son curiosas. ¿Nunca os he enseñado esta edición de 2001: Una odisea espacial publicada y traducida en 1985? Pues ahí la tenéis.
Cuando entras en una tienda de viejo o de segunda mano, vas con ánimo aventurero. Tienes que buscar y rebuscar entre decenas de tomos. Y algo seguro que te enamorará. Yo tuve la suerte de encontrar una vez muchos libros de Pratchett en inglés, así como Jonathan Strange o los cuatro primeros tomos de The Dark Tower, de Stephen King. En español tengo muchísimos más, como el recién adquirido volumen de Jane Eyre o El Padrino.
4
No me gustan las portadas con gente mirándome
Por eso me recorrí la seca y la meca en busca de una portada de Los miserables que no tuviera a la niña de la película mirándome. Por eso La mala mujer se pasó cuatro días boca abajo en la mesita de noche. Manías que tiene una.
5
Leyendo soy un caracol
Soy una lectora bastante lenta. En primer lugar, porque soy un culo inquieto y no puedo quedarme sentada más de media hora en la misma posición. Eso hace que me distraiga bastante. Además, me puedo quedar un buen rato pensando en una expresión o, si estoy leyendo en inglés, cómo lo traduciría yo. Suelo distraerme con facilidad o ponerme a pensar en otras cosas cuando se supone que toda mi atención estaba centrada en la página. Pero lo peor de todo es mi memoria. Si dejo apartado un libro durante un par de días, corro el riesgo de que se me hayan olvidado los nombres de los personajes o qué había pasado tres páginas antes. Por ejemplo, esta semana me centré en El fin de la eternidad y dejé de lado Bioko; cuando regresé a la isla africana, ya no sabía quién era quién.
Por esa razón, y porque quiero trabajar en mi atención lectora, este año intento no tener más de un libro empezado a la vez. Es algo complicado, porque tengo muchos pendientes y entre clubes de lecturas, reseñas externas al blog, propuestas de traducción, visitas a la biblioteca en las que cargo más de lo debido, etc., se me hace casi imposible.
Y hasta aquí, mis 5 desvaríos librecos. ¿Cuáles son los vuestros?

¡Qué curiosidades más curiosas (*ba dum tsss!*), Carla!
Te entiendo demasiado bien con la número dos ¡y eso que las estanterías se han ido multiplicando en mi habitación según iba creciendo!
Por otra parte, me has sorprendido mucho con la número cinco: creía que eras de las que devoraba los libros. En realidad, creo que así los aprecias más, yo sí soy de las que leo a toda velocidad (y durante tantas horas que solo me levanto para ir al baño y cuando mi madre me llama a comer) y a veces me pierdo parte de la esencia de la obra. ¡Ánimo con tu propósito!
Y estaba pensando en alguna manía que tengo y ahora mismo se me ocurre la de evitar a toda costa las ediciones de los libros con la portada de la película. No, no y no: los libros y sus adaptaciones fílmicas deben estar bien diferenciadas.
¡Un abrazo!
P.D.: Te aviso en cuanto libere un poco mi horizonte de trabajos y a ver si nos podemos organizar para quedar un día. ^_^
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¡Hola, Sandra!
Que no te engañe la número 5: soy una devoralibros (ya me lo decían en la escuela) 😛 Lo único es que a veces mi cabeza está más para otras cosas y no me concentro todo lo que debería. Tengo mis momentos de lectura diarios, aunque a veces cueste cumplirlos por las obligaciones que tengo. Pero estoy contenta con las lecturas que llevo devoradas este año (no estar en la universidad ayuda a leer más).
En cuanto a las peliportadas, estoy de acuerdo contigo. Ya sabes que tengo el de Philip Pullman con la edición de la película, pero no me entusiasma. Agradezco mucho que no hayan sacado otros así, como los de Harry Potter, por ejemplo. Con Los miserables, al final me regalaron una edición que cumplía con la manía número cuatro.
¡Un saludo!
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Hola 🙂 Que interesante la entrada. Yo tampoco leo contraportadas, tuve una mala experiencia parecida con ello, al igual que los prólogos, que los reservo para el final por que no es la primera vez que me destripa media novela. ¿compras más libros de los que te puedes permitir? Creo que eso lo hacemos todos XD A mi me desborda ya la mesa, la estantería y todo, pero no sé puede parar. Me encanta pasear por tiendas de segunda mano, aunque no compre nada, solo el hecho de enredar y mirar, ese olor, es genial. Que simpático lo de las portadas que te miren, la verdad que mi única animadversión en portadas son maromos fibraos XD Soy todo lo contrario a ti en el último punto, suelo leer bastante rápido y tengo bastante memoria por que suelo pensar varias veces al día en donde voy, o que podrá pasar en lo que estoy leyendo. Y el tema de nombres, debe ser cosas mías, pero me suelo quedar con todos o bastantes aún meses después de terminar la novela, si hago un repaso mental, pero ya te digo, son cosas mías. Un besin^^
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Los maromos fibraos también cuentan como gente que te mira: a lo mejor no te miran con los ojos, pero sí con esos abdominales prefabricados xD
No sé cómo puedes ir a una tienda de segunda mano sin comprar nada. Yo siempre acabo cayendo (siempre caigo, por eso más de una vez voy a cotillear sin la cartera, y luego me arrepiento), y por eso mi pila de pendientes llega hasta el techo. A veces intento planificar un poco lo que voy a leer (como hiciste tú más o menos con tus lecturas de primavera), pero luego voy a cualquier sitio donde haya libros y hale, nuevas lecturas al canto.
Y qué suerte tienes con la memoria, leñe. Yo me tengo que apuntar los libros que leo porque ya me pasó que me leí uno hace años y a las dos semanas no recordaba ni que me lo había leído. Pero eso tiene su encanto también, porque me gusta releer y redescubrir cosas (¿nuevas?). El blog es una especie de remedio para eso, porque me obliga a recordar lo que he leído para hacer las reseñas.
Nos vamos leyendo. ¡Felices lecturas!
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¡Hola!
Yo tampoco suelo leer contraportadas y prólogos cada vez menos. En mi caso, los prólogos no los leo por culpa de uno que me destripó todo el libro. Tendré en cuenta lo del prólogo de La letra escarlata, que quiero leerlo este año.
Yo ya me he quedado sin espacio para libros pero eso no hace que deje de comprar. Busco hueco en mi casa hasta en sitios imposibles…
Yo también adoro ir a tiendas de segunda mano, nunca se sabe que joyas te puedes encontrar. Yo antes leía a un ritmo mejor pero últimamente también me noto bastante caracol, también tiene que ver que no tengo tanto tiempo libre.
Un beso, una entrada muy interesante
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En el prólogo de La letra escarlata no hay destripamientos, pero sí una historia bastante aburrida sobre cómo (supuestamente) el autor se encontró la famosa A. Empieza a contarte dónde trabajaba, por qué trabajaba ahí, con quién, qué hacía, cómo era su despacho… Y ufff, a mí se me hizo tan pesado que, cuando decidí saltármelo, ya no tenía ganas de seguir con la verdadera novela. Pero le tengo muchas ganas, así que ya me dirás cuándo te lo vas a leer 🙂
¡Felices lecturas!
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[…] Pero creo que nadie pensó que, si era absurda, es porque en realidad se trata de una parodia del típico cuento de hadas. Chico fuerte y valeroso salva a chica hermosa. Se enamoran perdidamente sin saber nada el uno del otro. Punto. En The princess bride ocurre lo mismo. Westley es el hombre perfecto:inteligente, fuerte, buen espadachín, inmune contra el veneno más fuerte… Buttercup se encuentra entre las mujeres más hermosas del mundo, pero es terca y un poco simple, para qué nos vamos a engañar. La historia de amor es bonita, y ahí se queda. Porque no se puede decir mucho más de una historia de amor cuyo principal fundamento es el amor (y digo yo, al cabo de unos años, ¿en qué se sustenta el amor?). La gracia y el valor de la obra residen en los secundarios, Fezzik e Íñigo Montoya, en las aventuras que corren unos y otros y en la originalidad de la narración. Goldman ha aprovechado el tópico del manuscrito encontrado. Afirma que ese libro, escrito por un tal Morgenstern, existe, y que él simplemente le ha ahorrado al lector las partes más aburridas sobre la historia y las costumbres de Florin (país ficticio). Hay incisos del propio (supuesto) Morgenstern y de Goldman, en calidad de editor. Y te ríes, aunque puedan ser un tanto pesados en ocasiones (he aquí lo que os decía hace poco). […]
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